Nosotros como seres humanos racionales somos capaces de dilucidar a ciencia cierta cuales son las cosas que están mal, es una análisis intrínseco que parte de nuestra sana visión de ver al mundo. Nos damos cuenta que un gobierno es ineficiente y corrupto, caemos a la realidad de que seguimos presos en una relación de pareja enfermiza, somos capaces de percatarnos que las reglas laborales en las cuales estoy inmerso son pésimas por no decir torturantes, que la vida que estoy llevando no es mi vida sino la que un sistema capitalista me impone como solución a los problemas que el mismo me invento. Pero bueno, Así seguimos sumergidos hasta las narices en cosas que realmente nos hacen infelices, nos provocan cansancios constantes, nos roban las ganas de reír y de salir a ver al mundo, nos encierran cada vez más entre paredes y techos que no nos permiten ver al cielo con sus soles y sus estrellas.
Desde este primer párrafo
podríamos disparar una afirmación certera: “el hombre es capaz de darse cuenta
de lo mal que esta”, esta conjetura seguramente nos llevará indefectiblemente a
ondar por las preguntas claves a este conflicto, preguntas que tendrán que ver
con el resolver o subsanar en la medida de lo posible, aquellos papeles que
actuamos para entrar solos en estas prisiones sociales y cerrar la puerta con
llave convencidos que era lo mejor para mí y para todos.
El elefante es encadenado desde
muy pequeño y estas cadenas le impiden ejercer su libertad, es decir que lo
cautiva y lo convence de que no puede
escapar, porque tras mil y un intento en búsqueda de su bienestar termina
entendiendo que no está capacitado para hacerlo, pero luego de muchos años de
experiencia y de vida, se vuelve un animal inmenso, gigante capaz de destrozar
de un tirón todas sus cadenas, pero para asombro de pocos e indiferencia de
muchos, no lo hace, se hizo tan fuerte su noción social de la vida en
cautiverio, que se dejó de cuestionar y se subyuga a las cadenas que cuando era
débil le dijeron que no podía ser libre ni dueño de su destino.
Esta pequeña enseñanza, podría
tranquilamente volverse la analogía perfecta a las situaciones sociales que
describíamos en un primer párrafo; es decir que si hablamos de que somos seres
humanos adultos capacitados en este momento para reconocer lo malo o feo de
nuestras situaciones sociales, somos también elefantes que nos rendimos a la
comodidad de una vida que nos enseñó desde temprana edad que no podemos hacer
nada al respecto, y naturalizamos conceptos y mandatos sociales, dejando
nuestra felicidad para más tarde, conformándonos con los que “nos tocó en
suerte” vivir.
Cuando planteamos esta mixtura
entre hombre y elefante podríamos darnos cuentas porque las cosas no cambian, o
el cambio es siempre para que nada cambie. En los terrenos de la política
podríamos ver claramente cómo es que las cosas poco mutan, vemos que son
siempre los mismos los que gobiernan, que solo acceden al poder los
millonarios, vemos que la corrupción es parte de la esencia del ser humano, que
por más que reclamemos nunca nos llevaran el apunte, que para qué vamos a votar
si al final importa solamente el que cuenta las urnas…en estas pocas líneas que
escribí con anterioridad, se refleja claramente cuál es la cadena que nos
colocaron desde pequeños ciudadanos democráticos, sabemos que esas cosas están
mal, pero nos resignamos al discurso alienante de no actuar, empezamos a
subyugar nuestras acciones de cambio con una falsa creencia de sana crítica
social, nos volvemos criticadores inertes, somos compulsivos publicadores en
redes sociales de algo que nos hace creer importantes, importantes pero desde
la comodidad de nuestro escritorio, jamás de un accionar directo para que las
cosas cambien; es decir que cambiamos nuestra acción por una falsa
participación; son los discursos políticos encargados de guiar a nuestra
idiosincrasia, discursos que responden a interés externos a nuestro
razonamiento, nos dicen que pensar , con quién enojarnos y de quién
enemistarnos, poniendo en claro que la construcción social está en manos de
ellos y no de nosotros mismos; encerrándonos en la comodidad “del no
pensar” y sentirnos importantes por
puetear al más alto jerarca sin ningún problema, nos hacen creer tan
importantes que podemos tutuear en insultos tanto a cualquier gobernante como a
cualquier vecino; demostrando de esta manera que la cadena que nos pusieron es
bonita, es participativa, es popular y viral, pero cadena al fin.
También suceden cosas parecidas
cuando hablamos de nuestras relaciones personales, nuestra cadena de elefante
también está presentes aquí, somos sujetos súper pensantes, minuciosamente
analíticos y con una mirada optima y objetiva para darnos cuenta que estamos
viviendo en una situación de pareja que es realmente enfermiza, pero…..maldito
pero; pero somos incapaces de escapar de esos lugares comunes que nos hacen
infelices, nos acostumbramos al maltrato, físico y psicológico, a las
persecuciones, a los sarcasmos ofensivos, a tener miedo a ser uno mismo, a las
prohibiciones sociales y educacionales, solo porque creemos que son partes “normales”
de la vida conyugal, nos vamos convenciendo que es más cómodo vivir al lado de
quien nos daña por el hecho de no volver e empezar todo de nuevo, a no crear más
conflictos entre familiares y amigos, al temor social de lo que dirán los
demás, nos mentimos que es mejor un poco de flagelación entre las paredes de
casa y salir a la calle con la mejor risa impostada. Todos estos son argumentos que dan cuenta de nuestra cadena
de elefante, cadenas que podríamos romper si realmente buscamos ayuda entre
tanta que se ofrece y nos dejamos cobijar por tantas otras personas que a
fuerza de golpes pudieron salid de la “matrix”.
Para seguir en orden con los
postulados que al principio planteamos, en el campo laboral la historia no
difiere mucho de las anteriores, pero cuando me refiero a lo laboral me estoy refiriendo
directamente a esas situaciones laborales que nos impiden crecer como seres
humanos y nos vuelven seres laborables casi las 24 horas del dia. Hay un
sistema social y económico que nos enseña una manera de vivir la vida, una
manera de disfrutar del mundo, que porsupues es a travez de sus cosas, cosas
que nos ofrecen a un elevado precio, un sistema social que nos dice que para
ser exitosos tenemos que competir con nuestro vecino o amigo en que auto o casa
tenemos. Pero resulta que el súper auto que pude pagar y mi casa linda y
moderna, no los puedo disfrutar porque estoy todo el día trabajando para
pagarlos, mi auto todo el día estacionado en mis 16 horas de trabajo, y a mi
casa apenas conozco porque solamente voy a dormir a ella, o sea que todo lo que
me decía el sistema que era el éxito no era para mí, sino para los que me
venden las cosas. Pero como el malestar subía y subía, nos dieron cosas nuevas
como los Smartphone, que crean una virtualidad social muy importante, nos hacen
creer que estamos cercas cuando cada vez nos alejamos más, es una nueva cadenita de elefante que nos volvieron a
colocar para mostrar lo que creemos que somos y tenemos y no lo que realmente
mi corazón habla. Los preceptos sociales
con los que algunos pensadores soñaron un mundo mejor quedaron de lado por
estar fuera de moda, preceptos que repetían hasta el cansancio que se debe
trabajar 8 horas, dormir otras 8 y vivir las 8 restantes, pero no, no pudimos
romper las cadenas, y trabajamos el doble y dormimos si podemos, no vemos a
nuestros hijos ni a nuestros afectos, no tenemos nunca más tiempo para nuestra
soledad compañera, ni para pasear ni tiempo para el ocio, porque la cadenita
social nos decía que eso es perder el tiempo, que los que pierden tiempo
viviendo y pensando son unos parias sociales como los poetas, filósofos y artistas, todos viciosos, desviados sexuales,
locos, incapaces de ver al mundo como se
debe verlo…verlo con los lentes que nos vendieron ellos, lentes de elefante por
supuesto.
Seguramente habrá un sin números
de situaciones sociales y emocionales a las que estamos cautivos por nuestras
cadenas de elefantes, situaciones que creemos pérdidas o renunciadas,
situaciones que si las pensamos bien hace tiempo que las venimos viendo con los
mismos ojos, pero nunca está de más el volver a replantearse estas situaciones,
el volver a preguntarse si lo que estoy
viviendo es inmutable o será que realmente no estoy viendo las cadenas de
elefantes que me supieron colocar aquella vez.
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